¿Por qué no hablamos de accesibilidad?

07/ 04/ 2022

11 min. Lec

Hola, soy Alfonso Bruna y tengo la suerte de coordinar el equipo de U/able. Nuestro trabajo más común es el de realizar consultaría de diseño de espacios para las personas. ¡Que NO¡ ¡Que no es ACCESIBILIDAD, que es experiencia del usuario!

Bueno dicho así parece un poco obvio, (lo de “espacios para las personas”) pero créeme que realmente no lo es. Suele ser normal que cuando se diseña un espacio se trabaja según alguna de las siguientes situaciones:

  • Para un “cliente”, normalmente una empresa o corporación con un estricto plan de implantación que pretende que “calcemos” en un espacio determinado. Se diseña para un “programa de necesidades” y el foco del diseñador está puesto en que “todo quepa” en el espacio y no falte sitio para ningunas de las necesidades del edificio o de las que el cliente nos pidió.
  • Otras veces se diseña para un “promotor”, un empresario con un no menos estricto plan de inversiones enfocado a la rentabilidad, en este caso se diseña para “un plan de negocio” y toda la atención del diseñador estará en cumplir ciertos “ratios” de número de personas, la cantidad de euros, el volumen, o cualquier cosa que se pueda medir por cada metro cuadrado del edificio. 
  • Los que diseñan para el siglo XXI van a centrar sus esfuerzos en que los espacios permitan desarrollar las tareas necesarias para que la actividad se desarrolle de forma productiva. Este diseñador se centrará en el propósito y la funcionalidad del espacio
  • Si el diseñador es muy afortunado, podrá cumplir sus sueños de crear un espacio bello y digno de reconocimiento entre sus iguales para obtener un prestigioso premio. En este caso se diseña para “ganar un concurso” a veces, inexistente, y el foco del diseñador se centrará en aspectos estéticos.

¿Pero donde están las personas que ocuparan esos espacios?,
¿Quiénes son?, ¿cómo son?

En cualquiera de esos casos, se suele hablar de “accesibilidad” cuando en realidad se quiere decir “normativa”, y es que la “accesibilidad” – para ese parte del mundo de la arquitectura y el interiorismo – está directamente ligada a dos conceptos: “el cumplimiento de una norma” y “las personas con discapacidad”.

Generalmente primero diseñamos y luego, comprobamos si lo que hemos diseñado cumple ciertos requisitos que están – más o menos – tasados.

El concepto “cumplimiento de una norma” nos suele arrastrar a utilizar criterios de mínimos y – a veces – a intentar la forma de hacer incluso menos que eso.  

Os puedo asegurar que la mayoría de las consultas que nos realizan los técnicos suelen girar alrededor de cómo se puede interpretar una norma para que un pasillo pueda ser más estrecho, más largo, con más desniveles o una cabina de aseo pueda ocupar menos espacio.

Como suele decir Delfín Jiménez, un proyecto que “solo” cumple la normativa es el peor de los proyectos posibles, porque peor no se puede hacer dado que la normativa es obligatoria.

El otro concepto, el de “personas con discapacidad” nos llevará a pensar en situaciones que tenemos tipificadas en nuestro imaginario particular y cada uno – salvo excepciones – va a pensar que en realidad ese tipo de personas que tenemos en mente no suele estar habitualmente cerca nuestro, de nuestro comercio, de nuestro centro de trabajo, de nuestro hotel, etc. por lo que siempre lo vamos a ver como una cuestión marginal. No trabajo para ello, no es el “core” de mi diseño.

En mi equipo de trabajo, hemos dedicado buena parte de nuestra carrera profesional a desarrollar diseños para la adaptación de espacios para personas con necesidades singulares y eso nos ha hecho ver que es posible crear espacios que se adaptan a las personas y no al revés como suele pasar habitualmente.

Desarrollada esta técnica de diseño, la base del diseño inclusivo está en poner el foco en la “experiencia del usuario” como objetivo principal y que – consecuentemente – vamos a conseguir implantaciones que cumplen un programa de necesidades, espacios que son rentables y productivos y quién sabe, algún día, dignos de un premio, ¿por qué no?

Poner el foco en la “experiencia de usuario” es – fundamentalmente – pensar en como va a ser utilizado el espacio (producto o servicio) por las personas que harán uso de este.  Solo así, poniéndonos en la piel (o en los zapatos) del usuario comprenderemos que esa entrada que estamos diseñando será utilizada por una persona que arrastra una maleta, que por ese pasillo discurrirán varias personas en sentido contrario o que esa silla será utilizada por una persona embarazada o más corpulenta de lo que parece habitual.

No necesitas una normativa que te indique que la entrada no debe tener peldaños, el pasillo debe tener un ancho especial o que debes elegir una silla con reposabrazos.

En realidad, poner el foco en la “experiencia del usuario” no es algo nuevo que se haya inventado, sino que la industria en general, la del diseño en particular, el marketing, la gestión empresarial y casi cualquier actividad profesional de las que nos rodean utilizan este criterio. 

¿Es simplemente que en el diseño arquitectónico no suele emplearse? Pues no estoy seguro, pero nosotros que hacemos “arquitectura inclusiva” si que lo hacemos.

Piensa en el teléfono móvil, el vehículo que utilizas, el ordenador, o hasta los zapatos que llevas puestos, o en el dentista, abogado o frutero al que acudimos. En función lo satisfactoria o no que sea tu “experiencia de usuario” con ese producto o servicio será tanto más exitoso, productivo, rentable, como sus diseñadores hayan conseguido.

Pensar en “¿para qué?” y en “¿cómo?” a la hora de diseñar un espacio o elegir un producto, equipo o mobiliario para nuestro proyecto arquitectónico siempre nos va a poner del lado de la “experiencia del usuario” y solo si conseguimos que esa experiencia sea satisfactoria nuestro proyecto será un proyecto de calidad. 

Si – además – conseguimos que esa experiencia sea memorable, nuestro usuario repetirá y lo recomendará; el proyecto no solo será un proyecto de calidad, sino que será un proyecto exitoso.

Lo que habitualmente llamamos técnicas de “Diseño Universal” o “Accesibilidad Universal” para crear espacios, productos o servicios, son para nosotros una herramienta de diseño que nos ayudan precisamente a que la utilización (uso) de ese espacio, producto o servicio se realice de forma segura y fácil, sin dificultades, sin riesgos.

Un buen amigo (gracias Luismi) me decía “Alfonso, si la televisión dependiera de que el espectador diera pedales, casi nadie vería la televisión”. 

Esta anécdota ilustra como en la facilidad de utilización está una de las bases del éxito de productos y servicios y – sin duda, también – de los espacios. QUE SEA FÁCIL

¿alguien se puede imaginar que un fabricante de televisores instalara un botón de encendido que fuera difícil de pulsar?… PERO, 

Piensa ahora en la puerta de acceso al portal de tu vivienda, 

¿es fácil accionar la manilla? (si es que existe); ¿se requiere una fuerza especial para accionar la puerta?; ¿te has pillado los dedos al intentar abrir con la llave puesta? ¿hay que buscar un pulsador oculto en algún extraño lugar para abrir la puerta por el interior?

Este sencillo ejemplo que casi todos nosotros hemos experimentado en alguna ocasión es solo un ejemplo de las inconsistencias de diseño que puede encontrarse no solo al diseño de la “arquitectura” del edificio, sino también sus instalaciones y mobiliario.

Personalmente creo que es llamativa la poca atención que los fabricantes de productos “contract” prestan a los criterios de “accesibilidad” (léase usabilidad) de sus productos.

Es muy difícil para nosotros encontrar en sus catálogos o documentación técnica información precisa sobre cuestiones tan elementales como la altura efectiva desde el suelo hasta la cara inferior del tablero de una mesa, la inclinación del respaldo de un banco o sillón, la separación entre una manilla y la hoja de la puerta, cajón o armario y podría seguir con la lista de las cuestiones que de una u otra manera tenemos que investigar en cada nuevo proyecto a la hora de elegir uno u otro producto industrial.

La accesibilidad como digo es una componente básica de la usabilidad y esta incide en la experiencia del usuario, pero también es una poderosa oportunidad para CREAR productos, servicios y ESPACIOS INNOVADORES.

Experiencias como las de Google, Orange o Barclays, demuestran como el camino hacia la inclusión (incorporar personas con necesidades especiales en su organización, en toda la cadena de su organización), ha beneficiado o sino posibilitado la creación de productos y servicios innovadores y sorprendentes para el usuario.

El caso Google demuestra que nunca hubiera habido un navegador que ofrezca la ruta mas adecuada para que una persona que lleva un cochecito de niños pueda desplazarse por una ciudad de un lugar a otro, si uno de sus ingenieros de desarrollo no hubiera tenido un accidente que le obligó a desplazarse en silla de ruedas.

En el caso Barclays, la apuesta por la accesibilidad le ha reportado una mejor experiencia y acercamiento del cliente y – además – tiene empleados más productivos y comprometidos, se ha reforzado el impulso de su marca y reducido los riesgos.

El diseño de servicios, productos y espacios con criterios de “Accesibilidad Universal” garantiza que será utilizado satisfactoriamente por un mayor número de personas, además lo harán en condiciones de seguridad.

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