Persona, entorno y tecnología
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Sabemos que sin luz no podríamos vivir. Todos los seres vivos la necesitamos para crecer, desarrollarnos y, por qué no, recargar nuestras “pilas”.
El primero y más importante, es lo que llamamos Ritmo Circadiano*. En el cual, la iluminación juega un papel fundamental. Estudios demuestran que la adaptación de la iluminación o un uso correcto de la misma, puede mejorar infinitamente a pacientes que sufren distintas dolencias, tanto físicas como psicológicas, es su “fuente de energía”.
Os planteo una cuestión, parece sencilla, pero puede que nunca hayas caído en ella:
¿Has entrado alguna vez en una habitación y, sin haber llegado a adaptarte a la misma, has tenido sensación de frío o calor?, ¿has sentido que algo te incomodaba o no era confortable?
En este caso en particular, el color de la luz juega un papel importante en nuestra primera impresión, en la percepción del lugar. Aunque no se relacione con la propia temperatura de la habitación, un espacio iluminado con luz cálida, en un primer momento nos transmitirá una sensación placentera de permanencia, calidez. Sin embargo, iluminar con luz fría nos invitará a tener los sentidos alerta, movernos más rápido, y con ello a permanecer menos tiempo en el mismo lugar.
Los seres humanos vivimos a base de sensaciones y percepciones de nuestro entorno. Constantemente recibimos alertas y mensajes. En esto la iluminación juega un papel importantísimo ya que puede evocarnos recuerdos de nuestras vivencias pasadas. La luz cálida, por ejemplo, es algo acogedor que puede transportarte un momento que para ti sea significativo o relevante, puede afectar a tu vida.
Con todo esto podemos establecer que la iluminación juega un papel fundamental para el ser humano, tanto como el sonido o las cosas que nos rodean, ayudándonos en nuestra vivencia de un todo.
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