Nuestras ciudades evolucionan

04/ 05/ 2022

5 min. Lec

En los dos últimos años hemos vivido una transformación radical de nuestro modo de comunicar. Hemos aprendido a valorar de un modo bueno, a entender realmente qué es lo que nos aporta el poder ver a la otra persona, el poder percibir su presencia física, el poder conectar con sus sentimientos, con sus necesidades, con su estado de ánimo, con sus preocupaciones...

En los dos últimos años hemos vivido una transformación radical de nuestro modo de comunicar. Hemos aprendido a valorar de un modo bueno, a entender realmente qué es lo que nos aporta el poder ver a la otra persona, el poder percibir su presencia física, el poder conectar con sus sentimientos, con sus necesidades, con su estado de ánimo, con sus preocupaciones… Y esto también significa que hemos aprendido que hay en algunos casos, esa presencialidad no aporta, porque lo que tenemos que hacer es transmitir información. Lo que tenemos que hacer es simplemente ser capaces de tener una visión de conjunto. Entonces, creo que hemos aprendido realmente que la presencialidad es algo que es muy valioso, cuando realmente lo que queremos hacer es generar relaciones, generar ese conocimiento y ese aprecio mutuos.

Sin embargo, lo que es simplemente transmisión de información o sincronía de pensamiento o de decisiones, pues eso se puede hacer en remoto. Por lo tanto, creo que este experimento nos ha llevado a ser más un experimento social y mundial, en el que hemos tenido que estar distanciados socialmente durante muchos días, semanas, meses, en algunos países, incluso años, nos ha llevado a valorar lo bueno y lo necesario de esa presencialidad y en qué casos no aporta un valor específico. Por lo tanto, el coste del desplazamiento tanto en tiempo como socialmente, generando un impacto de polución y de ruido, no merece la pena para esa presencialidad.

A la vez, también nos hemos dado cuenta de que hemos vuelto a valorar de un modo mayor, esas relaciones interpersonales que tenemos fuera de los espacios de trabajo. Y han sido días, semanas y meses en los que hemos estado realmente preocupados y buscando la manera de estar en contacto con los nuestros, con nuestros familiares cercanos más queridos, con nuestros amigos íntimos, que nos aportan un valor y un bienestar. Y eso creo que es algo también muy importante, porque a veces cuando lo tienes no eres capaz de sopesar la importancia que eso tiene en tu vida. Creo que esta pandemia nos ha llevado a valorar mucho más a los seres queridos, las relaciones tanto dentro de nuestra familia como en nuestro entorno social, incluso aquellas personas del trabajo a las que, más allá del valor profesional que puedan aportar a nuestros proyectos, también les tenemos un aprecio y un cariño especial.

En este contexto debemos evaluar cómo o cual será el siguiente escenario. Creo que esto todavía está por ver, todavía tenemos que crecer, ver cómo evoluciona. Yo lo que sí puedo decir es cómo desearía que esto impactara en el cambio de las ciudades. Pienso, que un cambio muy positivo sería que revertir el proceso de globalización, es decir, que algunos de nosotros por voluntad propia, porque pensamos que nos va a aportar calidad de vida, algunos de nosotros saliésemos de las grandes urbes y pudiésemos ir a vivir a lugares no lejanos de estas urbes, pero que sin embargo pueden aportar a nuestra calidad de vida, con menos polución en el aire, porque nos ofrecen entornos más naturales, entornos menos congestionados, incluso también de cara a lo que son también los contagios y demás.

Estar en lugares más pequeños en ese sentido, también sería positivo. Por lo tanto, algo que espero que suceda es que haya un proceso, que se revierta el proceso de globalización y que volvamos otra vez, en cierta medida, a reavivar nuestro territorio nacional, que es un territorio que tiene infraestructuras viarias bastante buenas, pero que sin embargo, si se requiere que las personas vayan a trabajar cada día a los centros urbanos principales como puedan ser Madrid, Barcelona, Zaragoza, Bilbao, pues entonces es imposible vivir en una población que está 80, 100 o 120 kilómetros. Sin embargo, si la presencialidad se necesita en menor medida, esto sí que sería factible.

Por otra parte, creo que vamos a ver cada vez más que crece en importancia los espacios de coworking. Espacios flexibles donde realmente se puede trabajar una mañana, un día, dos días, tres días, se puede hacer una reunión de trabajo, se puede organizar una reunión con un cliente… Creo que en las ciudades vamos a ver, muy especialmente en las grandes ciudades, como disminuye los viajes por negocios y por lo tanto como los hoteles se transformaran, se reinventaran.

Ojalá no, pues yo sueño con el día en el que los ayuntamientos, las municipalidades, más allá de ofrecer grandes espacios a veces de conciertos o de teatros, que el ratio de ocupación y el ratio de utilización es muy, muy pequeño, ofreciesen espacios de coworking. Esto ayudaría muchísimo a ese proceso de realización. Por otra parte, espero y deseo también que esto revierta en que las ciudades tengan más espacios verdes, más espacios de encuentro. Porque nos hemos dado cuenta de la necesidad de esos espacios de encuentro y también la bondad de que esos espacios sean al aire libre.

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